Foto: Jose Manuel Urbano Salido
El pasado sábado 22 y domingo 23 de octubre, tuvo lugar un acontecimiento familiar que consistía en reunir a toda la familia Salido: abuelos, hermanos, titos, primos y la consiguiente prole de hijos que conforman la nueva generación de esta familia montillana apellidada Salido, en total nos reunimos 33 miembros. Este encuentro era una manera de rendirle reconocimiento con el recuerdo a los progenitores de esta saga familiar que iniciaron los bisabuelos Agustín Salido y Dulcenombre Jiménez (Dulcecita la del Sacri).
Y que mejor homenaje que reunir a la familia alrededor de la mesa copada de buenos alimentos. En la que estuvo presente el señor Jamón, el vino y el cante... Aderezado de otros acompañantes como las tortillitas de camarones, o los boquerones fritos, el chorizo y la morcilla casera, etc. ... hasta llegar a la paella que corrío a cargo de Solano Salido Jiménez, cuya maestría en esto de cocinar arroces tiene sobrada experiencia como demuestran estas antiguas fotografías del maestro Solano cocinando con leña el fondo para las paellas.
Foto: Jose ;Manuel Urbano Salido
Foto: Jose Manuel Urbano
Solano Salido Jiménez, hijo de los homenajeados, es un profesional de la talla de la madera, y aquí descubrimos su faceta de cocinero. Aunque, a pesar del tiempo transcurrido entre las fotos en blanco y negro y ésta, parece que nunca se ha separado de la paleta.
Va a dar comienzo el reparto de esta estupenda paella
Los iniciadores de esta saga: Dulce Jiménez y Agustín Salido
Carmen Portero Salido, la benjamina de la casa leyó unas
palabras:
En un día tan señalado como este en el que estamos juntos
quiero dedicar estas palabras a mis bisabuelos.
Aunque por mi corta edad es imposible haberlos conocido. Mi
abuelo se ha encargado de hablarme muchas veces de ellos, y de su familia, que
es también la mía y la de todos vosotros que al uniros al apellido Salido
habéis hecho más grande esta familia.
Como dice mi abuelo Solano, la familia Salido es conocida en
Montilla por ser personas de nobleza heredada de sus progenitores, no somos de
sangre azul, aunque sí tenemos el corazón noble. Pero con el vino de Montilla y
el tinto que se ha tomado hoy a más de uno la sangre se le habrá puesto morada.
Dulce Jiménez, a quien los vecinos llamaban “Dulcecita la
del Sacri” y Agustín Salido fueron mis bisabuelos. Se casaron como decían los
antiguos con la porra y el cántaro, ósea, con lo puesto.
Trabajaron la tierra, también plantaban melones y sembraban
trigo para hacer su propio pan a escondidas, porque el trigo estaba confiscado
por la dictadura de Franco.
Con tesón lograron tener algunos pedazos de tierra
repartidos entre el Monte Curito, La Raigona, El Fontanar, Camparique, etc.
Donde trabajaron todos sus hijos especialmente el tito Agustín Salido Jiménez.
Compraron la casa de la calle Blanco a Rafalico “El
lenteja”, pensando éste que no serían capaces de pagarla en el plazo acordado
con el alto interés que les puso. Pero, Agustín y Dulcecita, que era mucha
dulcecita, empezaron a alquilar habitaciones de la casa que tenían en la calle
Fuentes a gente de su confianza, que a la vez que le pagaban sabía que le
cuidarían la vivienda. Con las rentas que le dejaban los alquileres, el trabajo
en la vendimia del que elaboraban vino de sus propias cosechas para luego venderlo.
Todo esto ayudo a pagar la vivienda antes del plazo. Tanto coraje le dio a
Rafalico que se llevó de la casa todo lo que no estaba cogido con yeso.
Agustín y Dulce tuvieron cinco hijos, el primero se llamaba
Rafael, que la maldita guerra les arrebato, luego nació Antonia, Agustín,
Soledad, y Solano.
Rafael desapareció al comienzo de la guerra civil, y al día
de hoy no sabemos que ha sido de él. Esta circunstancia hundió en la
desesperación y la amargura a mi bisabuelo Agustín Salido, que nunca superó
perder un hijo de 15 años en estas circunstancias.
Fue un buen hombre que vio cómo su salud se resintió hasta
depender de su mujer y de sus hijos. A Dulce no le quedó más remedio que
hacerse cargo de la familia. Fue una mujer valiente, adelantada a su tiempo y
de fuerte temperamento, pero justa. Una mujer emprendedora cargada de
solidaridad que en tiempos de penuria provocados por la posguerra socorría con
algunos alimentos a sus vecinos.
Esta mujer inteligente cuando media Andalucía era analfabeta
se las ingenió para aprender a leer y escribir, y saber de cuentas. Se hizo
amiga de una monja y consiguió a ratos aprender estas materias a través de la
reja del convento.
Demostró mucha capacidad para los negocios familiares, y a
base de mucho trabajo consiguió conservar su patrimonio llegando a dar casa a
todos sus hijos tierras para que las trabajasen.
En toda reunión familiar siempre se echa en falta a alguien,
y es ley de vida asumirlo. Unos porque no han podido asistir a este encuentro
familiar, y otros miembros de esta familia porque pasaron en su día la puerta
de nuestra existencia. A todos ellos les dedicamos un cariñoso recuerdo.
Agustín Salido Jiménez, en la lagareta de la calle Blanco, donde la familia elaboraba el vino.
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